Villa María erótica

Desde el Municipio de la ciudad de Villa María, contando con el apoyo de otras instituciones, y valiéndose de los impuestos de los ciudadanos, se propaga hoy en día una ideología que condena al hombre a la animalidad más absoluta.

Así como hace algunas décadas crecía una concepción totalitaria que pretendía instalarse como religión secular (me refiero a la parábola desplegada por el marxismo), de un tiempo a esta parte asistimos a otro totalitarismo: el del erotismo. Pero cuando digo erotismo no me estoy refiriendo al mero desconocimiento del sexto mandamiento, sino a una disposición espiritual bien precisa que consiste en el rechazo del pudor hasta lograr que desaparezca totalmente.

Es importante observar que, en el libro del Génesis, el nacimiento del pudor está unido al pasaje del animal al hombre. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento era condenada la falta de pudor, pero no por un rechazo a la corporeidad sino para recordarle al hombre que su corporalidad no podía ser reducida a puro objeto de pasión, ya que debía ser colocada dentro del ámbito espiritual, sede del amor y de las relaciones de verdadera entrega.

Detrás de esta ideología del erotismo se esconde una consideración puramente biológica, la cual anula toda diferencia cualitativa entre el hombre y las bestias. El hombre deja de ser concebido como imago Dei para ser visto en términos de pura y estricta vida orgánica.

Ya no existe nada en el espíritu del hombre y en su razón que tenga un origen divino; el conocimiento tampoco puede revelarle verdad alguna, sino que solo es considerado como un instrumento al servicio de lo que le resulte más ventajoso desde el punto de ese efímero pasarla bien. Y dado que lo más conveniente siempre resulta cambiante y efímero, también lo será el conocimiento que se encuentra a su servicio. De allí que el hombre dominado por la ideología erótica no pueda reconocer ningún ideal más que la necesidad de incrementar su propio bienestar sensible.

Esta tendencia, típica de la actual sociedad de la opulencia, marca la apoteosis del individualismo más craso, del atomismo social más radical.

Como se advierte, se trata de una lucha entre dos concepciones de hombre: una judeo-cristiana y otra individualista-animalista. Ambas se encuentran en la base de este enfrentamiento cultural.

Pero, mientras la primera ha sufrido un terrible debilitamiento a causa de una fuerte crisis doctrinal que la conducido a una posición meramente defensiva, con una impotencia total para hacerse cultura; la segunda alardea y fantasea con tomar el poder político, finalmente, para potenciar a límites insospechados su fuente de fruición.

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