
Moseñor Ñañez, Arzobispo de Córdoba
Las manifestaciones vertidas por algunos miembros del clero católico en los últimos días, a propósito de la ley del matrimonio gay en Argentina, seguramente ha sorprendido a no poca gente. ¿Es que era pensable, acaso, que un sacerdote católico defendiera la homosexualidad llegándola a calificar hasta de «evangélica» en tanto expresión de amor? Ahora bien, esta realidad, ¿a qué se debe?, ¿por qué algunos miembros del clero católico asumen posiciones que están en las antípodas mismas de lo que siempre enseñó la Iglesia Católica?
Creemos que la clave la podemos encontrar en el Documento[1] de un grupo de curas de la diócesis de Quilmes (Bs. As.) referido, precisamente, a la posición de la Iglesia Católica frente al matrimonio homosexual. En el mismo, en el punto 2, se afirma: «Ante el planteamiento de que un eventual matrimonio entre parejas del mismo sexo atenta contra la “ley natural”, nos preguntamos: ¿A qué se llama “natural” en estas discusiones? ¿No estará aquí una de las dificultades para poder clarificar este debate? “Ley natural”, “naturaleza”, “orden natural”, ¿no son expresiones a ser revisadas y actualizadas? ¿Pueden entenderse estas expresiones de manera absoluta, fijista y sin la dinámica propia de nuestra condición humana? Si en la historia de la Iglesia se consideraba “natural” el cauce de un río y se impedía canalizarlo, o se consideraba “natural” la esclavitud, ¿no estaremos ante una concepción claramente cultural? La concepción de “ley natural”, ¿no es más propia del helenismo que de la Biblia?»[2]. Como podemos apreciar, en el parágrafo citado se abandona la idea de «ley natural» para reemplazarla por la de «concepción cultural». Pero dicho abandono es a consecuencia, a nuestro juicio, de lo afirmado al final de la cita, esto es, la separación de la filosofía griega de la Sagrada Escritura. En la afirmación de este principio radica, a nuestro juicio, la causa más profunda de que la actual crisis en la que está inmersa la Iglesia Católica.
El filósofo italiano Giovanni Gentile entendió que la única manera de salvar al catolicismo era ponerlo en consonancia con la modernidad (aggiornarlo, se diría hoy); y entendía a esta modernidad como el camino del pensamiento que marchaba hacia la radical inmanencia. Pero para esto había que «modificar» sustancialmente el catolicismo. Ello se lograba de una sola manera: quitarle todo elemento heleno, todo vestigio de platonismo ya que este componente equivalía a un «racionalismo estático, intelectualista, gobernado por el ideal de una verdad absoluta, eterna, objetiva, ante la cual el hombre es espectador»[3]. Como podemos observar, el hombre no podrá aceptar, bajo ningún punto de vista, una verdad objetiva, por cuanto dicha aceptación equivaldrá a renunciar a ser protagonista de su propia vida, a ser libre. En consecuencia, la aceptación de una filosofía que reconozca una trama en lo real gobernada por finalidades que no dependan de la voluntad humana deberá ser rechazada.
Pero entonces, ¿qué ponemos en el lugar que antes ocupaba la filosofía griega? La respuesta es simple: una filosofía que asegure esa concepción de libertad como indeterminación absoluta[4]. Esa filosofía se debe caracterizar por sostener que la realidad es un continuo fluir, un hacerse eterno (ley, ésta, que también afectará al ser del hombre). Y si todo cambia, los conceptos que nos formamos acerca de las cosas también deben cambiar. Deben ser, se nos dice hoy, «resignificados». Pero, ¿en función de qué otro parámetro les vamos a ir otorgando nuevo significado? En función de las exigencias humanas, de aquello que queremos. Si atendemos al documento al que aludiéramos precedentemente, allí se propugna una revisión y actualización del concepto de ley natural en función, obviamente, de las nuevas exigencias planteadas por la humanidad en nuestro tiempo –una de las cuales es el deseo de establecer relaciones maritales entre personas del mismo sexo–.
Pues bien, esta furia de la resignificación se extiende a todo, incluidos los mismos dogmas de la fe católica (a los cuales también hay que «reacomodar» en función de aquello que queremos) e incluso a la naturaleza de la misma Iglesia. Nicolás Alessio, uno de los sacerdotes de Córdoba (Argentina) en abierta oposición al Magisterio de la Iglesia, afirmaba, frente a la pregunta de un periodista «Pero para crear otro modelo de Iglesia, ¿no es inevitable el conflicto?», Alessio respondió: «–Sí, el choque es inevitable, el conflicto con la autoridad eclesiástica es inevitable. Lo que decía es que no tenemos como prioridad un problema eclesial. Nuestra prioridad hoy es estar al lado de los excluidos, al lado de las víctimas, ser fieles a un evangelio que tiene que ser liberador, concientizador. Ahora, esto tarde o temprano nos va a enfrentar contra esta Iglesia que no quiere este discurso». Y a la pregunta, «¿Qué propuestas tienen para ese nuevo modelo de Iglesia?», el mismo sacerdote respondió: «–Muchísimas. Por lo pronto hay que plantear otra manera de evangelizar. No podemos evangelizar al estilo de “yo tengo la verdad y vos me la tenés que creer”. El mensaje no puede ser desde un lugar de hegemonía de la verdad, sino que debemos evangelizar en un diálogo interreligioso. Para nosotros por ejemplo todos los dioses son verdaderos. Y tiene que haber otra manera de celebrar. La gente necesita rezar a sus muertos, dar gracias por el nacimiento de sus hijos, pero hay que celebrar de otra manera. La Iglesia no puede seguir manteniendo ritos que la gente no entiende, que son lejanos de la vida. Y otra manera de vivir la comunidad, no como una monarquía, sino una comunidad circular, democrática, podríamos decir»[5].

Pbro. Nicolás Alessio
El mismo Alessio, en el reportaje citado, señala que en el seno de la Iglesia existen «rupturas que se dan en la mayoría de los temas, y se dan muchas veces de manera dramática… Se da en los temas teológicos, en los bíblicos, en los de moralidad sexual, en los temas políticos. Esta fractura se da sin virulencia, pero son rupturas muy profundas. De hecho acá en Córdoba nos estamos reuniendo un grupo de curas en actividad y otros curas que no están en actividad, y ahí hemos expresado claramente que queremos otro modelo de Iglesia. Y la adhesión de una enorme cantidad de gente común que adhiere a esta idea de ser una Iglesia diferente, de pensar otro modo de vivir la fe, recorre el país a lo largo y a lo ancho, y recorre en definitiva toda Latinoamérica».
Pero si siguiéramos la línea argumentativa de los curas de Quilmes, de los sacerdotes de Córdoba, de todos aquellos que piensan lo mismo pero que no lo manifiestan todavía, ¿cuál sería el contenido de la fe católica? La respuesta resulta obvia: el contenido no sería fijo sino variable y dependerá de las exigencias de orden socio–histórico establecidas por la comunidad[6]. Así, entonces, no existirá más una ruptura entre el pensar de la Iglesia y el mundo sino que, por el contrario, estaremos ante un todo homogéneo sin fisuras.
La situación gravísima que hoy atraviesa la Iglesia es, a nuestro juicio, producto de este rechazo de la filosofía helena (que Juan Pablo II la denomina filosofía del ser[7]) y su reemplazo por una filosofía de la praxis o del devenir que es introducida a través del sociologismo. Este último considera que todas las concepciones del mundo son expresión de las situaciones histórico–sociales y, por ende, aquellas sólo se pueden entenderse a la luz de estas últimas. La filosofía, entendida como el conocimiento del orden eterno de las cosas, ya no tiene cabida en las presentes circunstancias. A partir de este «nuevo» (sic!) pensar, la Iglesia, tal como la conocemos hoy, no sería más que el producto de determinada situación histórico–social y, por eso mismo, debe ser cambiada y adaptada para que responda a las actuales demandas.
Observemos el modo y la intensidad en que esta mentalidad ha penetrado en vastos sectores de la Iglesia. ¿No se piensa, acaso, que la moral católica debe ser «puesta al día», lo que equivale a quitar o silenciar aquellos aspectos de la misma que puedan resultar chocantes a la sensibilidad contemporánea? ¿No se propone, en la liturgia, música adaptada a los gustos actuales como si no existiese criterio objetivo alguno que regulase el canto sagrado? ¿No se nos insta, de modo continuo, desde los púlpitos, a dejar de lado la inteligencia en la vivencia de la fe? Todo esto nos conduce a darle la razón a Alessio cuando afirma que en el seno de la actual Iglesia anida una profunda ruptura que se manifiesta en los temas teológicos, en los bíblicos, en los de moralidad sexual, en los temas políticos. A nuestro juicio, insistimos una vez más, la causa de la quiebra hay que encontrarla en el abandono de una filosofía del ser (léase, metafísica) y su reemplazo por una filosofía de la praxis o del devenir que termina diluyendo todo contenido objetivo de la fe católica. Esta realidad conduce a la imposibilidad de llevar a cabo un intellectus fidei, una intelección del misterio cristiano y, junto con ello, al derrumbe de una vida de características propiamente cristianas. Juan Pablo II lo expresa con toda claridad: «… un pensamiento filosófico que rechazase cualquier apertura metafísica sería radicalmente inadecuado para desempeñar un papel de mediación en la comprensión de la Revelación»[8].
Consideramos que la Iglesia Católica debe, urgentemente, recuperar la fe en el Poder de Dios y no en el poder de la historia. Para ello, el pensamiento católico debiera repensar la relación de teoría y praxis con el fin de fundar la segunda –praxis– en la primera –teoría– y no permitir que la praxis absorba por completo a la teoría. Fuera de un horizonte metafísico, sucederá esto último y, en ese caso, la Iglesia terminará ocupándose, como cualquier otra institución humana, de fines meramente seculares (promoción social, económica, etc.). El mundo secular estará muy contento con ello, y la promoverá y felicitará. Sin embargo, habrá traicionado su mismísima esencia por cuanto el elemento sobrenatural que la constituye intrínsecamente habrá desaparecido.
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Notas
[1] El diario 24 com. En http://www.eldiario24.com/nota.php?id=202890
[2] Todo lo destacado nos corresponde.
[3] Giovanni Gentile. Il modernismo e i rapporti fra religione e filosofia. En Opere, XXXV, Sansoni–Firenze, terza edizione riveduta, p. 36.
[4] Cfr. en este mismo blog nuestro artículo titulado De la crisis metafísica y sus derivaciones en la esfera moral y social.
[5] Tomado de Gen periodístico. Periodismo de investigación.
[6] No agregamos ningún adjetivo a comunidad (ni católica ni cristiana) porque ya no sabemos qué es aquello que la determinaría como tal.
[7] Cfr. Encíclica Fides et Ratio
[8] Fides et Ratio N° 83.
Coincido plenamente con lo expuesto en el artículo precedente. Al abandonarse la metafísica tomista, hemos caído en el relativismo absoluto; al punto que sacerdotes católicos pueden defender alegremente el matrimonio homosexual. Lo que resulta oportuno es destacar la raíz moral de la crisis que vive la Iglesia, porque el abandono de la filosofía del ser y el inmanentismo tiene su origen en el orgullo, que sugiere al hombre que él determina lo que las cosas son. También es interesante recordar que Gentile era el fliósofo del fascismo, lo que demuestra que tal ideología totalitaria es hija de la modernidad y no puede ser presentada como renedio de los desórdenes contemporáneos
los felicito por el blog, hace mucho no lo veo por la universidad (edificio) profesor (Lassa).
siempre me llegan sus invitaciones por internet y trato de leerlas ya que son lindas notas para saber
donde uno esta parado y donde va la sociedad en la que vivimos… asi como tambien “con-moverse”
saludos y sigan adelante
Pienso que es verdad que en la Iglesia Católica existe un problema gravísimo, a concecuencia del abandono de la filosofía del ser por parte de alguno de sus miembros, que por tanto tienden a considerar implísitamente a la Iglesia, como una institución en la que prevalece lo HISTORICO-SOCIAL, por sobre su misión SOBRENATURAL, custodiando las verdades de fe y la ley moral natural, independientemente de la cultura dominante.
Por otra parte, creo que es deber de la Iglesia, INTERVENIR EN EL ORDEN TEMPORAL, criticando severamente, lo que acaba de ocurrir en la Argentina, con la sanción de la ley de matrimonio homosexual, cosa que no a ocurrido, como era de esperar por muchos de sus fieles.
En éste sentido, si bien el derecho no es lo justo en toda su perfección, hablando en éste sentido Giusseppe Graneris de la amoralidad del derecho, ya que para darse no requiere la disposición de ánimo del agente; la ley dictada, es inmoral, ya que lejos de ser expresión de ius como refiere el autor, es violación del derecho.
Excelente artículo. A mi me abrió la cabeza. Es importante dar a conocer las ideas que inspiran el modo de actuar y de pensar de la gente en general, y de los miembros de la Iglesia en particular. Hay un vació existencial profundo que provoca crisis en todos los ámbitos de la sociedad. Me pregunto ¿cómo transformar la cultura posmoderna? con la palabra, el ejemplo, ¿qué más? Le agradezco su claridad de ideas, es un artículo para difundir.
Me parece que no se trata del abandono del concepto de Ley Natural y la adopción del concepto de concepción cultural sino de cuestionar el contenido que le dieron los griegos a esa ley natural.No se trata que la raíz de lo real mute sino que muta el punto de vista por el descubrimiento de datos antes ignorados y entonces el conocimiento avanza.Se puede considerar”natural”culturalmente la inferioridad de la mujer o la esclavitud,sin embargo cuestionar desde otra perspectiva cultural esos conceptos no significa caer en el relativismo porque esa definición sobre lo natural nada tiene que ver con lo que realmente es la ley natural inmutable.Quién tiene acceso de una vez y para siempre a la verdad absoluta? Que esta verdad exista y su revelación no implica la inerrancia de los que la interpretan por lo cual la Iglesia tamibén adquiere luz a lo largo de la historia y expresa ese conocimiento periódicamente.Para la discución de los temas que se presentan a la reflexión la Iglesia puede tener en cuenta datos que en otros tiempos eran inaccesibles
lo cual no implica adoptar una posición inmanentista.
Por otra parte no están en el mismo nivel todas las definiciones,una cosa es el depósito de la fe dada de una vez a los santos y las definiciones dogmáticas y otras las opiniones sobre ese devenir de las condiciones histórico-sociales que exigen la aplicación de los principios morales por los que se rige la conducta cristiana.Estamos hablando de la aplicación de los principios lo cual exige una reflexión desde la luz y los datos de conocimiento accesibles en este tiempo para pronunciarse con sabiduría y prudencia.
Favio: Su posición, respecto a mi escrito “Qué está pasando en la Iglesia Católica?”, es clara: Ud. sostiene que la actual teología no abandona el concepto de ley natural sino que cuestiona el contenido que los griegos le dieron a esa ley natural. De allí que, a su juicio, entonces, lo que cambia no es el concepto de ley natural sino, solamente, el descubrimiento que el hombre va haciendo de ella a través de la historia. ¿Podría estar, quien suscribe, en desacuerdo con esta posición? De ninguna manera. Sin embargo, no es esto lo que hoy sostienen muchos teólogos. Puede verse con claridad en el manifiesto que firman los curas de Quilmes citado en el artículo referido ut supra. El meollo de la cuestión está en esto: en el intento, por parte de no pocos miembros de la Iglesia Católica, de abandonar, definitivamente, la filosofía griega en la elaboración teológica. El mismo Papa Benedicto XVI señaló en la lectio magistralis tenida en la Universidad de Regensburg, en septiembre de 2006 (Cfr. Benedicto XVI. Discorso all’Università di Regensburg, 12/09/2006, en La «La Traccia» 9 (2006), pp. 893-901) reseñó, al final de su discurso, los tres momentos en el programa de deshelenización (así el Papa lo denomina), sometiendo a una rigurosa crítica ad intra a la noción de razón moderna. Me parece que es preciso distinguir, cuidadosamente, los dos sentidos de la dialéctica que a continuación señalaré. El término en cuestión viene del verbo dialégo que significa, al mismo tiempo, la actividad intelectiva de unificar y de distinguir. Así, la inteligencia humana, el conocimiento intelectivo humano, siempre se mueve dialécticamente: del análisis a la síntesis. Pero esta dialéctica es dialéctica del conocer y NO del ser. Fue Hegel quien dialectizó toda la realidad. Y, por eso, no es sólo el conocimiento el que deviene sino que, a partir de la dialéctica hegeliana, TODA LA REALIDAD ES DEVENIR. A esta filosofía que niega que en la realidad existan estructuras inteligibles permanentes se la denomina filosofía de la praxis o del devenir. Es esta filosofía que resulta totalmente incompatible con la fe y es esta misma filosofía la que declara imposible la existencia del concepto de ley natural. En la Encíclica Fides et Ratio, el Papa Juan Pablo II sostiene que sólo una filosofía del ser es capaz de un intellectus fidei y no una filosofía antimetafísica como lo es la filosofía de la praxis o del devenir. No puedo dejar de concluir esta respuesta sin dejar de agradecerle el trabajo que se ha tomado en leer mis artículos y en escribir una respuesta que, espero, con mi respuesta a su respuesta, se transforme en un diálogo enriquecedor.
Entiendo que la filosofía griega no forma parte de la revelación bíblica sino que es el instrumento para captar racionalmente el dato irreductible de la fe y que por lo tanto no necesariamene debe expresarse través de esas categorías filosóficas.Lo ilícito en esa deshelenización no sería la deshelenización en sí sino que en ese proceso la fe se vuelve inaccesible a la razón se hace incomprensible cuando no inútil o absurda por restringir su alcance a lo experimentalmente verificable confinando a la fe a lo puramente subjetivo.El Papa Benedicto hace una crítica que me parece acertada de esas tres oleadas sin dejar de señalar que la adecuación de la filosofía griega ala fe cristiana fue la primera inculturación lo cual no impediría que otras culturas puedan plantear la comprensión de la fe en otros términos.
Creo que lo que usted señala es que la deshelenización no encuentra en su reemplazo una filosofía que pueda ser vehículo adecuado de la fe sino que la destruye al proponer que la realidad última está en constante devenir o es devenir ,lo cual implica el devenir también de lo revelado.
Le agradezco desde ya su detallada exposición , sus aclaraciones y pertinentes correcciones.